En Compañía del Sur creemos que los viajes deben ser propuestas para sentir emociones, en diseñar vivencias irrepetibles que nos alejen de lo cotidiano y crear así recuerdos memorables.
Hay un cambio en el comportamiento del consumidor, que reduce la compra de bienes para invertir en experiencias, y ha cobrado fuerza en los últimos años. Esta tendencia comenzó con los Millennials y, en la pospandemia, se convirtió en un deseo de consumo en prácticamente todas las generaciones de viajeros.
¿Y por qué se ha hablado tanto del turismo de experiencias, tan buscado por los viajeros?
En primer lugar, porque la experiencia turística está relacionada con los sentimientos y sensaciones que los turistas experimentan durante su viaje. Es personal y genera interacción entre el consumidor y el entorno, lo que hace que la experiencia sea memorable. En 1997, la Organización Mundial del Turismo – OMT ya señalaba como una tendencia: «viajar a destinos donde, más que visitar y contemplar, también sería posible sentir, vivir, emocionarse y ser un personaje de tu propio viaje».
Entonces, el turismo de experiencias no es nuevo, pero se ha vuelto extremadamente valorado por los turistas porque es diferente, exclusivo y genera momentos que permanecen en la memoria para siempre.
Las experiencias pueden ser consumidas lejos o cerca de casa, en vacaciones o fines de semana, no importa. Hay muchos ejemplos de experiencias, desde las más simples, como un picnic en el campo, hasta las más sofisticadas, como Piracaia en el río Tapajós, en Pará, visitas interactivas a comunidades indígenas o quilombolas, fiestas al atardecer en bodegas o terrazas, recorridos nocturnos bajo la luna llena en las Cataratas del Iguazú, catas y maridajes de vino, cerveza, aceite de oliva, etc.
Otro factor que explica la mayor demanda de experiencias turísticas es que el viajero quiere aprender durante los viajes y regresar a casa con más equipaje del que tenía al salir de casa, en el sentido de tener más conocimiento e historias que contar. El viajero no se conforma con simplemente visitar y fotografiar postales de destinos famosos. Por el contrario, quiere interactuar con los lugareños, conocer la versión «auténtica» del destino, conocimientos y sabores locales.
En algunos casos, deja de ser un mero espectador y se convierte en protagonista. Esto sucede cuando «se ensucia las manos», es decir, participa en un taller de cerámica, una clase de cocina o aprende a hacer su propio gin o cerveza. Históricamente, los turistas decidían a dónde ir y luego qué hacer o visitar. Hoy en día, sus decisiones de viaje se basan en la experiencia que desean tener, para luego decidir a dónde viajar. Y pocos proveedores de turismo se dan cuenta de este cambio y continúan ofreciendo opciones de viaje centradas en el destino.
Vale la pena apostar por las experiencias turísticas porque, además de satisfacer el deseo de este «nuevo» viajero, generan más rentabilidad, ya que tienen más valor agregado que los servicios tradicionales. Además, diferencian a la empresa de la competencia, aumentan el conocimiento de la marca y la competitividad de la empresa en el mercado.
Los destinos también se benefician, ya que tienen su imagen vinculada a empresas modernas y terminan teniendo más atractivo para los turistas. Estos productos con más valor agregado (vida local y experiencias) contribuyen a otro cambio muy necesario: nos enfocamos en la calidad de la demanda, lo que colabora con la sostenibilidad del destino y no en el número de visitantes.
Como resultado, trabajamos con flujos más pequeños, pero hacemos una mayor contribución económica, que involucra (o al menos preocupa) a las comunidades locales y generalmente es más consciente del medio ambiente.
Veo el futuro del turismo con gran optimismo. Un turismo mejor, más calificado, que genere beneficios reales para todos los involucrados y que, al mismo tiempo, contribuya a la construcción de ciudades y destinos inteligentes.
By Marta Poggi
https://hub.wtm.com/blog/trends/why-bet-on-experience-tourism/
